Sinxeleza no es, para mi, una palabra más. Es uno de los valores que mis padres intentaron transmitirnos desde pequeños; un modo de ser, pensar, vivir, comportarse…

Para unos está asociada a la humildad, para otros a la espontaneidad, naturalidad, nula ambición, pasividad, falta de creatividad, conformismo, etc… Puede ser considerada pues, como una virtud o un inconveniente según a quien preguntemos. Para mi se relaciona con una manera de pasar por la vida sin tener que demostrar nada, dando el mismo valor a todos los que nos rodean, aceptando a cada uno como es, alegrándome siempre de todo lo bueno que le suceda a cualquiera y a mi. Creo que nos complicamos mucho
innecesariamente queriendo alcanzar objetivos lejanos a nuestras circunstancias que nos impiden disfrutar de todo lo cercano, lo cotidiano,las pequeñas cosas en las que a veces ni reparamos. Cuando uno se acepta y se valora deja a un lado los miedos al rechazo, a las comparaciones, a las críticas que solo menosprecian el trabajo y a las personas que lo realizan sin aportar nada constructivo. La sencillez también está en aprender a disfrutar de lo conseguido y de lo que tenemos sin perdernos en quejas, lágrimas y rabietas por aquello que deseamos. Sencillez es vernos y mostrarnos como somos ante todos; nuestra aceptación y seguridad nos proporciona la confianza necesaria para que la naturalidad prevalezca sobre cualquier máscara, disfraz o intento de camuflaje de nuestra verdadera personalidad.

Pero esa sinxeleza no está exenta de trabajo ya que conseguir que cumpla un objetivo pedagógico, que me propuse desde el principio, necesita dar muchas vueltas a la cabeza, a mis dedos y a mis sentimientos para que en el resultado siga estando la claridad y espontaneidad con las que en muchos momentos sonaron algunas notas en mi cabeza
Sinxeleza seguirá siendo siempre mucho más que una palabra.